domingo, 3 de julio de 2011

Crónica del Congo: Capítulo 5

A buena hambre no hay “mono” duro.

La carretera para llegar estaba intransitable, así es que decidimos ir en moto, me fabriqué unas poláinas de circunstancia con cinta de embalar. Preppig dispone de dos motos una ellas la compré yo en el año 2008 con dinero que me habían dado Fátima Sánchez Aguilera y Sandra Navarro Montes. Buthelezi no pudo acompañarnos a ninguna misión ya que se había fracturado una pierna con dicha moto y la tenía escayolada. Así es que vinieron con nosotros Vianney (ingeniero agrónomo) y Elvis (veterinario).

En la carretera, si cabe describirla con este nombre, ya que realmente era un barrizal, nos encontramos con un camión varado, en el que cuatro hombres llevaban durmiendo un mes en el camión, viviendo allí como podían pues no se atrevían a dejar el camión sin vigilancia por miedo al robo. Nos dijeron que llevaban una carga a Butembo y que al llegar les pagarían 10 dólares es decir que sin quitar gastos tocarían a 2 dólares y medio cada uno, al irnos les regalé los 10 dólares, casi nos hacen una fiesta de lo contentos que se pusieron.

Se nos hizo de noche en el camino y decidimos montar las tiendas en un pueblo, al lado de unas casetas militares por parecernos más seguro, después nos fuimos a comer a una taberna del pueblo. Previamente nos echamos los repelentes de mosquitos, para evitar las picaduras.

En la taberna lo único que había era mono con arroz que a mi me pareció muy bueno aunque un poco fibroso, José Antonio se quejaba de que olia a mono, ¡claro! -le dije- es que es mono, no querrás que huela a choto, y además decía, que estaba un poco duro; es normal, le dije: es que son monos camperos y no de corral, con lo que se quedó más tranquilo.

Al día siguiente llegamos al poblado pigmeo de Teule donde me hicieron una fiesta al llegar, con cánticos y danzas.

Comencé a trabajar de inmediato, repartí una partida de gafas, mis pacientes de Granada, me habían regalado un gran cantidad de gafas para la presbicia (vista cansada), hasta tal punto, que me fui, con una mochila repleta, hice tres partidas, la primera la había regalado ya en Kalibo, la segunda era para Teule y la tercera sería para Kambau, las gafas desaparerieron en la primera hora de consulta; pues en estas zonas es un objeto precioso, ya que no se pueden comprar en parte alguna, y en cualquiera de los casos, aunque se pudiera tampoco tienen dinero para comprarlas.

No tuve que dejar ningún equipo dental en Teule, ya que había dejado uno en el 2008 y el enfermero del lugar todavía lo estaba utilizando, por lo que solo tuve que supervisar el trabajo. Les regalé a los niños pigmeos otro balón de reglamento.

Ese mismo día nos fuimos a Kambau. Conducir con las motos por la jungla tiene bastante dificultad, llegamos ya atardeciendo y nos vimos con las autoridades del lugar y con el médico.

No sabemos cómo se las arreglan, pues el hospital tampoco recibe dinero de ninguna organización ni del gobierno, el enfermero que tuve que enseñar en esta ocasión era magnifico y aprendía rápidamente su nombre es Mbusa, tenía cierta experiencia en cirugía y nunca había que repetirle nada dos veces, a la primera lo entendía todo. Yo llevaba otro equipo más que pude dejar.

Cuando estaba con él haciendo extracciones dentales, hicimos más de 400, vino el médico, el único que había, diciéndome que había que hacer una cesárea de urgencia, así es que rápidamente me preparé, mi experiencia en cesáreas era cero, pero estaba dispuesto a aprender, pues nunca se sabe cuando te puede hacer falta.

Me puse la ropa de quirófano, estéril como es natural, pero me sorprendió que el calzado, fueran unas botas de las que se usan para regar, solo que de color blanco, me las puse, claro.

Entramos y la señora estaba ya preparada, en la cama de cirugía y atada para que no nos incordiara, le pusimos la anestesia, una enfermera iba tomándole tensión cada 4 o 5 minutos y para comprobar que respiraba, como no teníamos monitor que por otra parte de nada serviría, ya que no había electricidad, utilizábamos esparadrapo pegado en la nariz con unos algodones a la salida de las narinas (agujeros de la nariz), y estos algodones se movían con la respiración, de esta manera veíamos si respiraba o no, si dejaban de moverse los algodones, es que había dejado de respirar y en este caso tendríamos que comenzar a hacerle la respiración artificial.

El niño al nacer no lloraba, ni respiraba por lo que hubo que hacerle reanimación cardiorespiratoria y el boca a boca con lo que logramos salvarlo.

La segunda vez que me llamaron a otra cesárea era una señora, de treinta y pocos años, con un edema a nivel del cuello uterino que impedía la dilatación normal, era la décima vez que daba a luz y había pedido que se le cortaran las trompas, pues no quería volverse a quedar embarazada, con diez hijos ya tenía bastante. Al nacer, cuando el niño vió lo que vió, comenzó a llorar compungido. Viendo nosotros que estaba sano y muy despabilado, continuamos con la madre.

El hilo de sutura que utilizamos para la piel era hilo de pescar esterilizado. El niño salió bien y muy despabilado, no hubo problemas y yo me dedique a grabar, porque una imagen, como es conocido, vale mas que mil palabras. No tenían una aspiración quirúrgica, entonces comprendí el porqué de las botas de regar, todo caía al suelo y era la mejor forma de no mancharse. Yo estaba contento porque además de enseñar, también estaba aprendiendo.

“¡Las rectas paralelas
en el infinito han de encontrarse!”
Así Euclides, repetidamente,
apasionadamente, lo exigía.
Hasta que murió,
y arribó a tal vecindario,
y en él descubrió...
¡Que las muy condenadas divergían!
Piet Hein, Grooks VI

No hay comentarios: